Mirada renovada

sábado, 28 de julio de 2018






                        Entrevista Diario de Noticias (28-05-18)


P.- Morir bien. Es un concepto del que ahora se está hablando con motivo del Testamento Vital o documento de Voluntades Anticipadas a raíz de la promoción del nuevo registro. ¿Se muere mal?

R.- Me parece muy importante que haya un debate con los aspectos éticos en torno al final de la vida y que se regule para evitar que tengamos que enfrentarnos a un sufrimiento innecesario. Pero el libro “Muerte” está orientado en hacer una reflexión sobre el sentido de la vida y cómo nos enfrentamos a esta experiencia en primera persona o como ser querido.

P.-¿Cómo brota tu inquietud en torno a la muerte, en qué momento?

R. – El año 1991 después de dar muchas vueltas, siempre con el anhelo de encontrar un sentido a mi existencia, me topé en San Francisco (Estados Unidos) con la pandemia del Sida en su pleno apogeo. Mi experiencia como voluntario en Shanti Proyect, organización destinada a dar apoyo emocional a personas con VIH-Sida y a sus seres queridos, fue una experiencia transformadora que me ayudó a encontrar mi sitio en el mundo, por fin daba sentido al trabajo que realizaba. De vuelta a Pamplona con la ayuda de varias personas creamos SARE para dar este mismo servicio de acompañamiento.

P.- La muerte sigue siendo un tema tabú en esta sociedad en la que vivimos. ¿Me imagino que esta actitud tendrá una importante repercusión en la forma en la que morimos?

R.-No cabe duda que cuando negamos una realidad que nos va a acontecer, cuando sucede nos encontramos mal preparados. Vivimos en una civilización que de manera muy superficial  sólo quiere la parte agradable de la vida y como consecuencia negamos la muerte. Proyectando sobre ésta una visión trágica que actúa como una profecía que acaba convirtiéndose en realidad.

P.- Pero curiosamente hablas de vivir esta etapa final de la vida de manera “lúcida, serena y amorosa como la culminación de la existencia”.

R.- En mi experiencia ante el ocaso de la vida del cuerpo físico, he sido testigo de personas que han acabado sus días con elegancia, para quienes el final ha consistido en un perfecto broche de despedida, trasmitiéndonos inspiración a quienes tuvimos la dicha de compartirlo.

P.-  ¿Podías compartir algo más de este final inspirador?

R.- A diferencia de cómo en general se vive esta fase final con la resignación ante la maldición de tener que morirse, he sido testigo de situaciones en las que el domicilio se convierte en un espacio de bienvenida, cuidados, amor, … en el que las amistades acuden a compartir lo poco que queda, en la que el muriente no es la víctima de una enfermedad terminal, sino que el protagonista de su despedida.

P.-  ¿Me imagino que los seres queridos más cercanos también jugarán un importante papel en el proceso de morir?

R.- No solo pierde el que se muere, sino que también los que se quedan. A veces me he encontrado en situaciones en las que  el muriente me comunicaba que había aceptado el hecho de morir, algo que a alguno de sus seres queridos le resultaba inaceptable. Mecanismos como la negación, dependencia, miedo a la muerte serán grandes obstáculos para poder vivir lo poco que nos queda con nuestro ser amado en plenitud. Sin embargo hay parejas que expresan que nunca han sentido tanto amor como el que se está dando en unas condiciones tan extremas. Curiosamente una situación tan límite tiene el potencial de transformar de manera radical la intensidad de vivir lo poco que queda por compartir.

P.-  ¿Qué necesitamos hacer en nuestras vidas para prepararnos a una buena muerte?

R.- Hay personas que sin ninguna preparación lo hacen bien, tienen como una inteligencia para la vida que les ayuda a cerrar su círculo vital de manera armónica. Sin embargo estos son una minoría,  en general se muere con mucho sufrimiento.  En la sociedad en la que vivimos, aprendemos que el dolor psicológico debemos evitarlo, negarlo, huir de él… Sin comprensión de lo que necesita para ser transformado lo vivimos como algo antinatural y lo convertimos como en un enemigo del que hay que escapar, algo que perpetúa su existencia. El proceso de morir será un período de tiempo en el que nos vamos a enfrentar a muchas adversidades las cuales nos generarán mucho dolor emocional, de su resolución dependerá nuestro bienestar.

P.- Dedicas dos capítulos al duelo por la pérdida de un ser querido. ¿Qué se requiere para curar esa herida.

R.- El duelo es la dolorosa consecuencia de una pérdida significativa. A mayor vínculo con nuestro ser querido, mayor será la herida psicológica. En general nos encontramos sin conocimiento de lo que tenemos que hacer para sanar. Existe la falsa creencia de que es el paso del tiempo el que sana. Necesitamos tiempo, pero a la vez se precisará que de manera activa y compasiva nos hagamos cargo de las diferentes formas en las que el dolor se expresa en nuestro interior y que podamos aceptar la nueva realidad, diciendo adiós a lo que nunca más podrá ser vivido. 

P.- ¿El hecho de que alguien crea que la vida no acaba con la muerte del cuerpo físico tendrá una importante repercusión en como encaramos la muerte?

R.- Para quienes hayan experimentado su Dimensión Profunda y tengan acceso a ella, sean religiosos o no, tendrán la oportunidad de conectar con esa realidad trascendente, mientras el deterioro del cuerpo físico sucede. 

P.- ¿Cómo entramos en contacto con esa realidad trascendente?

R.- En mi caso ha sido a través de la meditación, siendo ésta una poderosa herramienta de autoconocimiento y transformación personal. Me ha facilitado el descubrimiento de mi dimensión más profunda y me ayuda a seguir con el desarrollo y actualización de mi potencial espiritual.

P.- ¿Acabas el libro con una reflexión sobre el envejecimiento?

R.- Como consecuencia de vivir en una sociedad tan centrada en lo aparente, hemos desarrollado muy poca comprensión hacia esta etapa de la vida. En la mayor parte de los casos el envejecimiento es la antesala de la muerte. Nos vamos enfrentando de manera progresiva a pérdidas, pequeñas muertes que nos van limitando nuestras capacidades para el hacer, pero a su vez puede ser una oportunidad para emprender un camino de introspección en la búsqueda de la existencia de la Realidad Trascendente.

P.- ¿Cómo se avanza en ese idílico proceso de equilibrio personal?

R. –En la tercera parte final del ciclo de la vida, aproximadamente a partir de los 60 años, no sólo se van perdiendo facultades físicas, sino que también nuestra relevancia en el mundo profesional, social y familiar se va aminorando; pero a la vez éste puede ser un momento fantástico para la interiorización, soltando ese personaje que hemos montado de cara a la sociedad y que ya no tiene futuro. La meditación será una poderosa herramienta que nos ayudará a realizar ese viaje de autoconocimiento, facilitando que tomemos conciencia de hábitos inconscientes que nos generan sufrimiento innecesario. Por ejemplo cuando sentimos dolor emocional, si nos dejamos llevar por el pensamiento inconsciente acabaremos retroalimentando nuestra aflicción. La meditación nos ayudará a vivir las pérdidas de esta etapa de la vida sin recrearnos de manera sufriente. Desarrollar la parte de la mente que puede ser consciente de nuestros actos es la tarea pendiente que tenemos a nivel colectivo. A pesar del gran desarrollo tecnológico que hemos alcanzado, cuando este se apoya en la codicia, poder, inconsciencia... tiene unas funestas consecuencias para la vida en este planeta. Nuestra tarea pendiente es que nos orientemos a un nuevo mundo basado en la Consciencia y el Amor. ●