Mirada renovada

viernes, 4 de noviembre de 2016

Relevante-Insignificante



Mi vida trascurre en dos dimensiones: una en la vieja inercia de un condicionamiento basado en una mente egóica, que valora la trayectoria en la vida como un continuo entre dos puntos: ganador-perdedor, en el que la felicidad y la desdicha son sus consecuencias directas; otra guiada por una actitud que me responsabiliza de hacerme dueño, a través de la atención plena, del momento presente…. Son dos opciones que no se pueden dar a la vez, en la que una excluye a la otra.

Mi mente egóica acampa en la dimensión inconsciente, con un mar de contenidos mentales que hacen ausentarme del momento real en el que mi vida ocurre, proyectándome en diferentes escenarios en los que mi imagen estará o estuvo en juego. En esta dinámica la característica principal es la relevancia en mi mundo social.

En la dimensión consciente no existen prioridades, cada momento es una experiencia que tiene sentido por sí misma y no deja residuos mentales, sin embargo puedo decir que para la mente egóica está llena de irrelevancia. Es un estar en armonía con lo que la vida me brinda, fuera del juego interesado del ego.

En esta segunda posición lo importante no está en el objeto de la atención sino que en la cualidad del estado de conciencia. No importa la trascendencia de lo vivido, la experiencia de plenitud que se genera en esas situaciones está al margen de ese movimiento selectivo del ego, de buscar lo importante.

Curiosamente en este despertar gradual que  voy experimentando los momentos vividos en plenitud tienen el componente de ser situaciones insignificantes para el ego, y es en esa atención plena a esa percepción, donde una nueva realidad emerge cargada de elementos, que le dotan de unas características únicas e imperceptibles a la condición egóica. La magia de la presencia destapa la sutil percepción a la infinita expresión del mundo de la forma, con una lluvia de regalos.

Cuando mi atención se relaciona con el mundo que me rodea de manera indiscriminada, puedo disfrutar del milagro de la vida desde una situación de silencio mental, experimentando una intimidad con lo que me circunda y es en esa relación con lo que sucede,  que me encuentro conectado con mi dimensión consciente.

Qué espléndida forma de movernos en este mundo, llevando la atención a lo que en cada momento es percibido por los sentidos, sin pasar por ese filtro mental, mientras le damos la bienvenida con un corazón abierto.

Cuando puedo relacionarme desde la intimidad con las cosas que me  rodean, me descubro con un profundo sentimiento de pertenencia y totalidad con lo que percibo. Es esa conexión a través de la conciencia en el momento presente que me ayuda a trascender el sentimiento de estar separado y aparece la magia que disipa el limitado sentido de mi percepción egóica.

Lo que me separa de esa comunión con la realidad presente, es ese tirón que necesita recurrir al pasado o al futuro;  atado a logros, lamentos o proyecciones de la mente, que buscando quimeras  huye del cálido refugio de la presencia en el instante.

La vida en el momento presente es plena en sí misma, hasta que no me identifico con un nuevo movimiento reactivo egóico.

Estar presente con plena conciencia es en sí mismo un acto de profunda intimidad con el mundo que nos rodea. Cada experiencia de nuestra vida tiene el potencial de ser vivida con esta actitud, es en la aceptación y desarrollo de una complicidad con lo que emerge como  nuestra experiencia, que vamos creando las condiciones para poder ir enraizándonos en la quietud de una mente, que acoge con un corazón abierto lo que le depara la vida.

martes, 6 de septiembre de 2016

En la Estela de un Suicidio




Como facilitador de un grupo de personas que se enfrentan a la pérdida de un ser querido debido a un suicidio, quiero dedicar este escrito a la tremenda situación que supone la pérdida de alguien con quien teníamos un importante vínculo emocional y decidió poner fin a su vida. 

EL suicidio en la cultura occidental ha sido percibido como algo pernicioso. Antiguamente los intentos de suicidio, llegaron a ser considerados delitos a nivel penal y en el plano religioso como una afrenta a Dios, con el argumento de que  es Él quien nos proporciona la vida y por lo tanto es el único que tiene derecho a quitárnosla.  En España hasta el año 1983 se prohibían enterrar en el cementerio cristiano a quienes habían acabado con su vida.

Esta visión nada compasiva e inquisidora que ha persistido durante muchos años, aunque hoy no se materialice en condenas concretas, ha favorecido la existencia de un estigma social que rodea a esta situación dramática, que hace que se viva esta experiencia con vergüenza y que lleva a muchos sufrientes a vivir su duelo en secreto o aislamiento, algo que va a suponer una dificultad añadida a la hora de su resolución. 

De acuerdo con la OMS, aproximadamente un millón de personas se suicidan cada año, dejando una media de entre seis y ocho seres queridos profundamente afectados por un devastador sufrimiento.

La mayor parte de las personas que recurren al suicidio lo hacen porque  es el único recurso que les queda para dejar de sufrir.  Recuerdo las palabras de alguien que sobrevivió a una fuerte crisis: 


“No es que yo quisiera quitarme la vida, sino que fue la única vía que encontré para  poner fin al profundo sufrimiento que padecía.”


Varias pueden ser las razones por las que alguien pueda suicidarse:

1)Situaciones como las de algunas  personas que consideran que lo que les queda por vivir no merece la pena, ya que se encuentran sumidas en el deterioro paulatino de un envejecimiento o padeciendo enfermedades progresivas incurables, en las que además de sentir que  no tienen una digna calidad de vida, pudieran  incluso percibirse como una pesada  carga para su entorno más cercano. 

El hecho de que alguien en esta situación decida acabar con su vida, aunque incluso no sea compartida esta opinión por algunos seres queridos y siempre y cuando no existan unas fuertes creencias religiosas que consideren ese acto como una afrenta a Dios, podrá ser vivido  en general con comprensión y  un componente de liberación.

2)También puede suceder que el suicidio sea la culminación de un largo proceso de intenso sufrimiento psicológico, típico de algunas enfermedades mentales. Después de un hecho como éste, podría suceder que sus seres queridos puedan llegar a  experimentar un sentimiento de alivio, que provenga tanto por que el suicida haya puesto fin a una vida trágica condenada a un gran sufrimiento y por otro por que se sientan liberados de la carga de tener que acompañarle durante tan dolorosas situaciones.

Al margen de estas situaciones en la que  la decisión es motivada porque  la vida no reúne unos mínimos de calidad, el enfrentarnos a la experiencia de que  alguien con quien teníamos un vínculo emocional significativo decide acabar con su vida, puede llegar a convertirse en una  vivencia devastadora. Este es el desgarrador  testimonio de un ser querido:


“Mi vida, yo, me rompí completamente el día que mi hijo de 20 años se suicidó. Así me sentí. Yo que pensaba que más de lo que había sufrido hasta ese día, poco más podía ya sufrir…. Pero apareció un dolor que jamás hubiera podido ni imaginar que existía, y con él la culpa de que no lo hice lo suficientemente bien para haberle ayudado en su sufrimiento y de que el haberle fallado, provocó la muerte del ser de mis entrañas amado. Me rompí en millones de cachitos. La vida para mí ya no existía, y yo sentí que con semejante dolor, yo ya no podía vivir. El amor de todos mis seres queridos, aunque me era imprescindible, no era suficiente para poder sentir ni el más mínimo aliciente de vivir.”


El suicidio deja a sus víctimas con un legado de  dolorosas y conflictivas emociones. Voy a intentar comentar aspectos que serán específicos de este tipo de pérdida y que serán comunes para la mayoría de los supervivientes. Partiendo de la base de que cada situación será única, no existiendo dos personas que vivan su aflicción con la misma intensidad y duración.

Un importante punto de partida ante este complejo proceso de duelo que queremos resolver será considerar el papel que pueden jugar los pensamientos inconscientes. Ya que este mundo mental, dejado a la deriva puede amplificar de manera reiterativa y significativa nuestro dolor emocional. 

Estas próximas líneas son el testimonio de alguien que ha llegado a tener una comprensión de las dinámicas del dolor emocional estimulado por el pensamiento inconsciente, evitando de esta manera caer en el callejón sin salida de la “desesperación y locura” como ella lo menciona:


“Estoy aprendiendo a observarme, a que cuando me embarga el dolor, estar consciente, vivirlo, (sigo llorando), no alimentarlo con pensamientos…, dándome cuenta de que cuándo aparecen los pensamientos sobre mi hijo y yo, voy cogiendo fuerzas para elegir no identificarme con ellos: con los recuerdos, con su ausencia, con las añoranzas de sus anécdotas, con la culpa…, ya que al haber estado ahí, sé que ahí sí que no hay salida, sólo desesperación y locura.” 


En el párrafo anterior leemos con respecto a los pensamientos: voy cogiendo fuerzas para elegir no identificarme con ellos”. Tenemos un conocimiento muy pobre de cómo funciona nuestro mundo emocional, una gran parte del sufrimiento es autoinfligido, lo avivamos nosotros cuando nos dejamos llevar por el pensamiento automático asociado al dolor emocional. 

No podemos cambiar los pensamientos que emergen súbitamente en nuestra pantalla mental, nuestro margen de maniobra consistirá en ¿qué hacer con ellos? Podemos de manera inconsciente seguir pensando sobre ellos o elegir no hacerlo, constatando que si los observamos sin identificarnos, nuestra aflicción emocional irá perdiendo fuerza.

Nuestras mentes están acostumbradas al pensamiento inconsciente, por lo que para poder optar por la no identificación se requerirá de un adiestramiento mental. Para ello existen poderosas herramientas que facilitarán el desarrollo de conciencia de la experiencia interior, como la meditación y el  mindfulness.

El suicidio, por su propia naturaleza, dejará muchas preguntas en el aire, lo cual será un caldo de cultivo muy favorable para el incremento del pensamiento inconsciente. 

Excepto cuando la evidencia de anteriores intentos de suicidio daba pistas de que pudiera volver a repetirse la tentativa, un número considerable de ellos sucedieron sin que sus seres queridos se hubieran planteado la posibilidad de que acontecieran. 

Cuando alguien no comunicó en vida o dejó un escrito expresando por qué decidió poner fin a su existencia, dejará a sus seres queridos con el reiterado intento de averiguar por qué fue llevado a cabo, sumidos en una infructuosa búsqueda de respuestas ante el desastre.

Preguntas como: ¿Por qué lo hizo? ¿por qué no me di cuenta? ¿nos dio pistas de que pudiera suceder, pero no las entendimos? ¿podíamos haberlo evitado? ¿cómo le he fallado para que haya llegado a suicidarse?... Todo ello será un terreno idóneo para que el pensamiento inconsciente pueda convertirse en obsesivo. Esta estéril búsqueda de respuestas que nunca llegan, será una constante que generará sufrimiento y agotamiento.

El hecho de que un suicidio se haya cometido de manera  violenta, favorecerá el que  los seres queridos se encuentren obsesionados con fantasías o con recuerdos de lo que vieron. Por lo que será muy conveniente el adiestrar a la mente a no identificarse con lo que aparece en la pantalla mental, evitando  de esta manera dar energía a imágenes terriblemente dolorosas.

Es normal que las personas más próximas al suicida padezcan emociones de culpabilidad. Las víctimas se encontrarán atrapadas en una interminable sucesión de ideas en las que se lamentarán de no haber evitado el suicidio. 


¿Teníamos que haber evitado que esto sucediera? Si sólo hubiéramos hecho esto o aquello…


 A veces tendemos a hacernos responsables de las decisiones de otras personas y en este caso los verdaderos responsables de poner fin a sus vidas fueron quienes las llevaron a cabo, esta comprensión será necesaria para mirar a la culpa de una manera más realista y poder liberarnos de su atadura.

Las personas que tienen dificultad con la expresión del enfado suelen tender a volverlo hacia ellas mismas. La pérdida de un ser querido que se ha suicidado será una favorable terreno para la autoflagelación a través de la culpa.

Un ingrediente fundamental para la sanación será el desarrollar una mirada compasiva hacia nosotros/as mismos/as, especialmente con emociones como la culpa.

El enfado hacia el suicidado puede proceder de un sentimiento de sentirse  rechazado/a, abandonado/a, traicionado/a y también por la carga de tener que cooperar con una situación tan dramática “¿Cómo has podido hacernos esto?” sintiendo que quien lo hizo se liberó, dejándoles  enfangados en esa horrible experiencia.

Los sentimientos de vergüenza son comunes, el suicidio deja una sensación de fracaso, el de no haber estado a la altura para que ese acto no hubiera ocurrido. La pérdida de un/a hijo/a, pareja… nos pueden llevar a contemplarnos estigmatizados con una visión negativa sobre nosotros mismos.


“Una parte de mí se sentía avergonzada, mi mente me decía esto no pasa en buenas familias, si hubiera podido hablar entonces con alguien que hubiera pasado a través de esta experiencia…”


Como consecuencia de esto, hay familias que han negado la realidad de que su ser querido se suicidó y el hecho de que permanezca como secreto, hace que sea una barrera para la sanación de esta herida profunda y dolorosa.

A veces los seres queridos pueden percibir que haya personas que les evitan, lo cual puede reforzar la idea de que son rechazados, cuando en realidad la evitación no es consecuencia de un juicio de condena, sino  de una huida ante la sensación de no saber cómo interactuar con alguien a quien se le ha suicidado un ser amado.

El suicidio de un ser querido puede proporcionar sentimientos de una tremenda inseguridad, puede minar la falsa sensación con la que vivimos de que el mundo es un espacio seguro y proporcionarnos una impresión de que en cualquier momento otra tragedia puede suceder.

Durante los primeros meses después de la M del ser querido es bastante común tener ideas de acabar con la propia vida, que casi seguro no se llevarán a cabo.


“Aunque no se me había pasado nunca por la cabeza suicidarme, uno de mis mayores miedos después de la muerte de mi hermana fue que yo pudiera hacer lo mismo. Ella murió cuando tenía 23 años y fue una experiencia de gran alivio llegar a cumplir los 24. Si hubiese habido alguien que me pudiera haber comentado que esta era una reacción normal al suicidio, me habría ayudado a liberarme de aquella proyectada amenaza.”


El principal motivo por el cual quitarse de en medio ante la pérdida de un ser amado por suicidio, será el huir de tan dolorosa experiencia.

Aunque hasta aquí  he pretendido comentar sobre las emociones que son el legado exclusivo de una muerte por suicidio, no obstante quiero nombrar también la inmensa tristeza que emergerá de tan dolorosa experiencia, siendo un factor común a cualquier pérdida. 

La resolución del duelo dependerá, de que de manera activa nos hagamos cargo de cada una de las formas en las que el dolor se expresa y podamos aceptar la realidad de la pérdida, diciendo “adiós” a lo que nunca más podrá ser vivido. 

Este es el testimonio de alguien que ha conseguido ir dejando atrás el doloroso pasado, soltando los vínculos con su ser querido y a pesar de su miedo a lo que pudiera esto representar, se da cuenta de que… sucede lo contrario.


Veo los recuerdos, y los miro, y he adquirido la energía para poder elegir no darles una vida que ya no tienen, y siento que serían un gran peso que me aplastaría y me cerrarían las puertas de ahondar en la Vida. Esto no quita para que me sigan asaltando momentos de emoción intensa, pero dejo que se exprese, con conciencia, y luego la suelto y continúo con el Aquí y Ahora. Y me sorprende porque tenía miedo de olvidarme de él, de mi hijo, pero alegremente veo que no es así en absoluto. No alimento sus recuerdos, pero lo siento más vivo. Prefiero mil veces esto a vivir en el pasado. 


A veces la persona en duelo no tiene acceso a buenos recuerdos del fallecido, la aparición de estos será también una señal de que se está dando pasos firmes en un proceso de transformación.

La menor frecuencia de la aparición del dolor psicológico y la disminución de su intensidad, serán positivos indicadores en  el camino  de recuperación. 

A causa del estigma social que rodea al suicidio, existen muchas personas que  han escondido  la verdadera naturaleza de su pérdida, siendo ésta un secreto. Así muchos sufren aislados y en una dolorosa soledad. El silencio que les envuelve a menudo dificulta la sanación que proviene de poder expresar su pérdida. Incluso dentro del sistema familiar, a veces se suele rodear al suicidio con un muro de silencio, con la creencia de que protegemos a los demás si no mencionamos nada acerca del trágico suceso, lo cual dificulta todavía más el necesario proceso de duelo.

Pocas experiencias podrán ser tan demoledoras como el suicidio no contemplado de un ser querido. Es muy común la afirmación de la necesidad de poder compartir, de haber estado con alguien que hubiera vivido la misma experiencia…

El grupo de apoyo será una excelente herramienta terapeútica para facilitar un espacio en el que no estén sólos/as y que al principio por doloroso que pueda parecer será un buen comienzo para transformar el enorme dolor de la pérdida. Esta es la experiencia de alguien que forma parte del grupo de apoyo de Pamplona:


El grupo de apoyo me aporta en primer lugar compañía en este suceso que tanto me ha afectado. No porque la necesitara, pero me la da. También tranquilidad, porque no puedo cansar a nadie con mis vivencias, ya que compartimos una experiencia vital común. Recibo mucho respeto y también lo doy. Me permite expresarme y gracias a la dirección y acompañamiento del terapeuta y compañeros ahora conozco mucho más mi sufrimiento y mis potencialidades para afrontarlo. Y siempre me da la oportunidad de escuchar: me aportan tanto las vivencias de mis compañeras/os…. Éstas reflejan mucho de mí y en más ocasiones de las que imaginaba me descubren emociones, aspectos de mí de las que no era en absoluto consciente .  Agradezco mucho la generosidad de todas las personas que participan en el grupo, pues se comparten a sí mismas, y eso me ayuda mucho.


Este artículo pretende hacer una reflexión sobre la situación de quienes viven el duelo porque un ser querido se ha suicidado. Hace ya un tiempo que personas que vivían situaciones que no eran como la mayoría de la población,  lo cual les llevaba a vivir escondiendo su condición: como los enfermos de cáncer, personas con VIH/SIDA, el movimiento LGTBI, etc.  pudieron romper el estigma social y hoy en día son aceptados por amplias capas de la sociedad. Este cambio les ha posibilitado normalizar su situación y especialmente poder juntarse con sus iguales para poder tomar conciencia de las específicas necesidades que tienen como personas y poder así satisfacerlas.
  
Así pues, ésta es la tarea pendiente de ese considerable número de personas que se encuentran inmersas en “la estela de un suicidio”.

jueves, 7 de julio de 2016

Como un Arco Iris




Muchos de nosotros nos podemos encontrar acercándonos a la práctica espiritual con los mismos esquemas mentales con los que hemos abordado los retos de nuestra vida.

La terminología espiritual puede resultar al principio paradógica,  pues nos orienta con frases y términos como: “no hacer nada”  “abandonarse, rendirse”  “no querer nada”…  que pueden parecer contradictorios con nuestro “eficaz proceder” en nuestra vida.

En este nuevo territorio el  cambio que necesitamos precisa de una mirada renovada que nos ayude a resituarnos, ya que nos podemos encontrar con que nos enfrentamos a los nuevos objetivos, con una batería de medios, que tienen que ver con el esfuerzo y aunque la propia práctica contiene la enseñanza de que es el ego el que tiene que disolverse para poder vivenciar a nuestra Realidad Profunda, nuestras viejas inercias egóicas pueden pervivir disfrazándose de espirituales.

El siguiente Canto Poético (Dohas Vajra),  característico del movimiento tántrico del Budismo Vajrayana, es una bellísima expresión de cómo podemos desarrollar la práctica espiritual en el viaje de descubrimiento y actualización de nuestra Esencia Profunda. 



Como un Arco Iris


La dicha no se encuentra con esfuerzo y voluntad,
sino que con tranquilidad y abandono.


No te inquietes no hay nada que hacer.
Lo que emerge en el Espíritu no tiene ninguna importancia,
ya que no tiene ninguna realidad.
No te apegues a ello. No te juzgues.


Deja que el juego se juegue sólo: elevarse y recaer.
Sin cambiar nada, todo se desvanece
y comienza de nuevo sin cesar.


La búsqueda de la dicha es lo que nos impide verlo.
Es como un arco iris que se persigue y que nunca se atrapa:
porque no existe, porque siempre ha estado ahí
y te acompaña en cada instante.


No creas en la realidad de las experiencias, buenas o malas;
son como el arco iris.
Y uno se agota en vano queriendo asir lo inasible.
Pero cuando sueltes la presa,
ahí está el espacio: abierto, hospitalario, confortable.


Por tanto disfrútalo… Desde ya, todo es tuyo.
No busques más…
No quieras buscar en la jungla inextricable
el elefante que ya está tranquilamente en casa.


No hacer nada.
No forzar nada.
No querer nada.


Y todo se hace solo.

martes, 3 de mayo de 2016

El Sentido de la Vida(Continuación)



En la primera parte de “El Sentido de la Vida” contaba un cuento que reflejaba la naturaleza de la mente de superficie, ya que aunque el/la protagonista podía disponer de lo que quisiera, no llegaba a sentirse  satisfecho/a de manera permanente.
También comentaba sobre el servicio y cómo esa actitud desinteresada de ayudar a quienes se encuentran en dificultades, nos proporciona una satisfacción más plena que cuando materializamos un logro. Curiosamente cuando nos movemos en el sentido opuesto a la satisfacción egocéntrica, vaciándonos en el dar: tiempo, energía, dinero…, aparece una dicha que,  lejos de expresarse como euforia, nos trasmite una sensación de mayor plenitud.
Con esta segunda parte quiero abordar el sentido de la vida, desde esa tan endémica angustia existencial que es expresión de la incapacidad que tenemos los humanos de encontrar paz interior en este mundo cambiante, donde la adversidad es parte de la existencia y en el que la mayor certeza que tenemos es la tan temida realidad de la muerte del cuerpo físico.
El poeta Antonio  Machado tiene un poema, en el que de manera magistral habla de una angustia existencial que le acompaña durante toda la vida.

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y recordando digo:
-Si, yo era niño, y tú, mi compañera.
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
  eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

Machado en ese deambular sin norte que describe con bellas y oportunas metáforas su vagar a la deriva, nos revela  una profunda intuición en su último verso: siempre buscando a Dios entre la niebla”.   Ya que presiente que lo que necesita para salir del laberinto existencial en el que se encuentra, tiene que ver con una realidad transpersonal, a la que llama Dios.
La aspiración de todo ser humano es la de ser feliz, algo nada fácil en un mundo cambiante en el que la adversidad forma parte del desplegar del devenir y a pesar de nuestro empeño en que todo suceda de acuerdo con nuestro interés, es imposible eludir  la polaridad negativa. Por lo que es un sinsentido el cimentar nuestra felicidad y plenitud sobre circunstancias que continuamente se modifican.
Podemos ver cómo nuestra civilización occidental ha desarrollado enorme energía en la lucha contra la adversidad y  a pesar de los sorprendentes logros de su desarrollo tecnológico, que han dulcificado enormemente la existencia y de una espectacular industria del entretenimiento y del placer, existen indicadores que demuestran que nuestro nivel de satisfacción es deficiente.
Por comentar algunos, la ingente y creciente cantidad de personas con comportamientos adictivos que utilizan sustancias como drogas, fármacos, alcohol… o compulsión en actividades como el trabajo, juego, sexo, deporte… para anestesiarse del dolor de la existencia.
Es de destacar también la advertencia que recientemente ha hecho la Organización Mundial de la Salud a los estados de los países occidentales, del reto que va a suponer en los próximos años el alarmante crecimiento de personas con enfermedades mentales y suicidios.
Necesitamos un cambio de paradigma, que nos ayude a salir de la paradoja en la que nos encontramos atrapados, ya que pretendiendo evitar la desdicha frecuentemente a ella nos dirigimos e intentando perseguir la felicidad parece que le damos la espalda.
Desde una perspectiva personal, después de dar muchas vueltas “como barco sin estrella” guiado por quimeras que perseguían la felicidad y me conducían al desaliento existencial, mi caminar me llevó a procurar el cambio en mi interior.
A diferencia de esa tendencia generalizada a evitar los reveses de la vida, encontré en la meditación una estupenda herramienta que me trasmitió comprensión para lidiar con los contratiempos que nos proporciona el devenir.
 En esta práctica procuramos aceptar la realidad como es en cada momento, mientras podemos observar a la mente rebelarse a lo que considera un error del destino. Durante este proceso de introspección vamos desarrollando un discernimiento que nos ayuda a reconocer las dinámicas generadoras de padecimiento, ya que cuanto mayor es nuestra resistencia a no aceptar lo que no se puede cambiar, añadimos un mayor sufrimiento a nuestras vidas.
Sin pretender hacer una descripción exhaustiva  de los beneficios de la meditación, voy a aportar otra faceta que considero que ha mejorado de manera significativa mi existencia. Es el hecho de empezar a observar a esa mente llena de pensamientos inconscientes, con la cual nos identificamos y tomar conciencia de cómo, en la mayor parte del tiempo se encuentra disociada del momento presente, no vive la realidad, sino que está  proyectada en el pasado o en el futuro.
Cuantas veces de manera innecesaria revivimos experiencias dolorosas del pasado con un realismo totalmente ajeno a la realidad del presente o nos proyectamos en un futuro amenazante que muchas veces no llega a materializarse y que nos ocasionan un baldío sufrimiento. Recuerdo leer un lúcido comentario de  Mark Twain al final de su vida:

“Ahora que soy viejo, puedo ver cómo mi vida ha sido muy dura, con muchas desgracias, la mayor parte de las cuales nunca sucedieron”.

 La  meditación ha sido un espléndido instrumento que me ha ayudado a ir calmando mi mente, a comprender mis dinámicas internas creadoras de sufrimiento, pudiendo aminorarlas de esta manera y me ha ayudado a vislumbrar la existencia de una realidad más profunda.
Es en esos atisbos de esa dimensión trascendente donde experimento una plenitud, no percibida nunca, que me conduce más allá de la niebla de mis proyecciones mentales, empezando a mostrarme la realidad como es.
Es a partir de estos vislumbres de esa Realidad Superior donde ha nacido en mí un apasionante interés por el descubrimiento y actualización de mi Identidad Esencial, siendo éste, el nuevo horizonte del tan anhelado sentido de mi existencia.
Durante la historia de la humanidad han existido personas que han experimentado una profunda transformación interior, seres que han llegado a florecer mostrándonos con sus vidas que el destino del ser humano, es dejar atrás al animal pensante, a la ignorancia que nos ata al sufrimiento, para llegar a vivirnos como seres humanos plenos conscientes, como decía Nisargadata:

Siendo lo que ya somos, Inteligencia y Amor en acción”.

Tengo la dicha de disponer de la ayuda de una Maestra, alguien a quien su gran desarrollo personal le permite ver en “la niebla”. Con mucho amor y paciencia  me acompaña en mi viaje interior, sin ninguna otra pretensión más que la de ayudarme a trascender mi trampa egóica, para que pueda llegar un día a  vivirme en la plenitud de mi potencial.
Mi más profundo agradecimiento hacia quien desde la sencillez y una entrega incondicional ilumina y me ayuda a transformar las  tinieblas de mi camino.
Quiero compartir también lo que ha supuesto para mí disponer de la figura de un Maestro Realizado. Puedo verme años atrás, cuando teniendo cierta comprensión de lo que necesitaba para caminar en el terreno espiritual y a pesar de llevar un considerable compromiso con una práctica, mi transformación interior era escasa. En retrospectiva puedo ver con claridad la gran diferencia que supone disponer de  la guía de quien ha realizado el camino que uno/a pretende recorrer.
Para finalizar quiero decir que el genuino sentido  de mi vida, muy a pesar de mi empeño, no lo he podido encontrar en el exterior. Antes el propósito de mi existencia eran los cantos de sirena de logros futuros y hoy en día es la simplicidad del presente. No tiene que ver con lo que hago, sino con lo que soy en esencia, algo que ha estado encubierto por el ruido de una mente egóica abarrotada de una descomunal corriente de pensamientos inconscientes.
Es en la práctica de la meditación donde se ha ido revelando un sosiego mental que me ha permitido ir descubriendo mi Identidad Esencial, es a través de la conciencia en el momento presente desde donde tengo acceso a la chispa de la vida de mi Realidad Profunda, desde donde intento impregnar de Consciencia mi actividad externa y mis relaciones con los demás.