Mirada renovada

miércoles, 8 de agosto de 2018


Aitor Barrenetxea: “Una pérdida no la cura el tiempo sino la comprensión”
El psicoterapeuta, Aitor Barrenetxea, autor del libro 'Muerte, contemplando la dimensión trascendente' (Ediciones Carena)

El psicoterapeuta, Aitor Barrenetxea, autor del libro 'Muerte, contemplando la dimensión trascendente' (Ediciones Carena)

08/06/2018 00:05Actualizado a08/06/2018 15:24
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“Javier está ingresado, muy grave, está muy lúcido, contento, tranquilo, sin dolor. Despidiéndose. Quería darte las gracias, has ayudado mucho a este final feliz”. El mensaje recibido por AitorBarrenetxea (Bilbao, 1953) ilustra el resultado de más de 18 años de trabajo en torno al final de la vida: podemos morir bien. Psicoterapeuta, publica el libro Muerte, contemplando la dimensión trascendente (Ediciones Carena), un análisis que la sobrepasa y se adentra en temas como el dolor, el envejecimiento o el apego.
¿Es la muerte un tabú?
Vivimos en una sociedad bastante superficial que sólo quiere lo bueno de la existencia. Pero ésta tiene una parte de dolor. Pensamos que si no lo miramos nos escapamos de él. El resultado es que cuando luego nos tocan esas experiencias no tenemos recursos, no hemos desarrollado músculo de trabajo con la adversidad para transformarla. Por eso aparecen muchos de los comportamientos adictivos.
En general, ¿cómo nos enfrentamos a la muerte?
Con resignación. Cuando se recibe un diagnóstico terminal, por ejemplo, muchos se retiran, se aíslan del mundo. Se vive con amargura y con sensación de derrota.
¿Cuál debe ser la preparación?
La vida nos da muchas dosis de adversidad. El problema es que si nos escapamos cada vez que tenemos un dolor emocional sin resolverlo, cuando llegue la muerte, la gran pérdida, nos vamos a enfrentar a ella con los recursos que hemos ido desarrollando. Si el mío ha sido la evitación, así voy a actuar ante ella.
La paz está en la vivencia emocional y la aceptación de lo que no se puede cambiar”
Hay mucha diferencia entre los que hacen de su casa un lugar abierto de despedida y aquellos que se atrincheran.
Sí. Uno de los objetivos del libro es decir: podemos morir bien. He visto muertes donde el hogar se transforma en sitio de bienvenida. No hay que esconder nada, hay que aprovechar el tiempo que nos queda. Es un sitio de cuidados, de amor y de vida, no de muerte. Se habla de lo que hay, de lo que queda, la comunicación es profunda. Ya no caben las tonterías ni el personaje que llevamos a cuestas.
Paradójicamente, se refuerza la vida.
Cuando el final se vive con consciencia es un acicate para la vida. Hay parejas que dicen que nunca han sentido tanto amor como en una situación de decrepitud o de gran limitación de una de las partes.
¿Para morir bien hay que vivir emocionalmente bien?
Claro. Tenemos que asumir que el dolor es parte de la existencia. Cuando maquillamos la vida no nos preparamos para situaciones complicadas, para cualquier tipo de muerte: la separación de la pareja, que te despidan del trabajo, la pérdida de un ser querido, una enfermedad grave… De nosotros depende si hay aceptación o no. Tenemos que aprender a fluir con la vida.
Hay muchas pruebas.
Que además no se pueden cambiar y en las que ni siquiera podemos incidir en el resultado. La vivencia emocional y la aceptación de lo que no podemos cambiar es donde se encuentra la paz.
¿El sufrimiento también se descarta socialmente?
Haría una distinción entre dolor y sufrimiento. La vida nos va a dar dolor emocional, pero el sufrimiento es lo que nosotros añadimos a la experiencia de dolor. Si yo rechazo lo que me toca, voy a amplificarlo. De nuevo, la aceptación es clave.
También en la pérdida de un ser querido.
Es un proceso, necesitamos un periodo en el que tenemos que vivir esas emociones. Al principio no podemos decir adiós de verdad esa persona, no podemos aceptar que se haya ido pero sí ese dolor emocional, el miedo, la tristeza profunda, de enfado e incluso de culpa. Llegará un momento en el que podremos discernir que estamos apegados a algo que ya no está y despedirnos de lo que no va a poder ser: la interacción, su voz, el contacto.
¿Es cierto que el tiempo cura?
Se habla mucho del tiempo y es cierto que es importante, pero sobre todo necesitamos comprensión. Sin ella no elaboramos. En mi experiencia me he encontrado con gente que al hablar de una persona fallecida era como abrir una compuerta al dolor guardado. A pesar de los años no habían resuelto nada, no habían transformado los recuerdos tristes y dolorosos en positivos y felices por haber podido disfrutar del tiempo con esa persona.
Cuando la muerte se vive con consciencia es un acicate para la vida”
Nos quedamos apegados.
Sí, hasta a los propios objetos, que utilizamos como un sucedáneo. Hace poco tuve una mujer que conservaba los rulos de su madre porque conservaban el olor y sólo le provocaban dolor. Si vivimos sin comprensión, no transformamos el dolor.
Dice que tendemos a vivir el dolor a través del pensamiento.
Con el componente mental lo podemos retroalimentar. Vivimos en un mundo muy mental en el que lo racional está muy por encima de lo emocional. Muchas veces el problema es que intentamos resolver problemas emocionales desde el pensamiento racional. Es mejor canalizarlo a través de la sensación física, como la bola en el estómago o la presión en el pecho.
¿Cambia la muerte siendo creyente o no?
Más importante que la creencia es la experiencia del contacto con mi realidad profunda, mi yo interior, a través de la introspección, ya sea dios o como quiera llamarse. Conectar con algo que está más allá del cuerpo físico.
¿Hay desdén hacia el envejecer?
No hay duda, una de las vacas sagradas de nuestra civilización es la juventud eterna. Hay una industria montada en torno a ello, a tapar el paso del tiempo. Curiosamente la juventud es la primera parte del ciclo vital, una fase expansiva de crecimiento, pero de ahí pasamos a otra de retorno en la que comienza a haber pérdidas progresivas: tu repercusión profesional, social y familiar.
Cuesta adaptarse a ello.
Vivimos en un mundo en el que nos hemos creído que la felicidad llega a través de la consecución de logros y, como no tenemos recursos para enfrentarnos a ese momento, nos encontramos muy desorientados. Es una etapa por tanto que no nos gusta. De nuevo, el apego. Hay una frase de Epicteto muy clara: Vive como si todo lo que tienes y valoras lo has recibido prestado y algún día lo tendrás que devolver
Subraya el envejecimiento consciente.
Es un momento de oro para que hagamos esa introspección, dejar de hacer y centrarnos en el ser.
Si vivimos sin comprensión no transformamos el dolor”