Mirada renovada

lunes, 22 de octubre de 2018

Prólogo Libro "MUERTE"



El libro, "MUERTE: Contemplando la Dimensión Trascendente" en su rodar hacia la segunda edición, se ha encontrado con un compañero especial, Javier Melloni, Teólogo, Jesuita, Antropólogo, quien introduce a la lectura del libro con un prólogo, prueba de su gran interés por la mística comparada y el diálogo interreligioso.




PRÓLOGO

Tememos lo que más necesitamos: nuestra propia muerte. La necesitamos porque sino no podríamos ir más allá de nosotros mismos, no podríamos trascendernos. Estaríamos en la repeti­ción de lo mismo. Uno de los mayores errores de nuestra cultu­ra es confundir la eternidad con la perdurabilidad. La eternidad que anhelamos es una cualidad del instante, no un alargamiento del tiempo. Vivimos solo en cada momento. Las anticipaciones y los recuerdos se viven en el momento presente, aunque nos pa­rezca que podemos anticipar el futuro o retener el pasado.

Aprender a morir es aprender a vivir, porque la vida está hecha de muertes continuas. Vivir es el arte de prender y des­prenderse: acoger apasionada y agradecidamente lo que nos es dado y, al mismo tiempo, ser capaces de soltarlo. Por ello la muerte es la gran maestra de la vida: porque nos lo pide todo para que nos desprendamos del todo y, liberados, podamos acoger lo que abre ante nosotros. Porque la muerte no es un final sino un umbral. Pero para percibirlo así hay que cambiar nuestra mirada sobre muchas cosas. Y conviene cambiarla mu­cho antes de que llegue ese momento para que, en lugar de temerlo, podamos acogerlo y llegar a celebrarlo: poder mirar atrás y agradecer la vida vivida para disponerse a un nuevo modo de existencia, cuyo secreto cubre la muerte con su velo.

A todo esto es a lo que nos invita Aitor Barrenetxea en este libro, fruto de más de veintiocho años consagrados a acompañar el final de la vida como psicoterapeuta. Pero no nos habla solo como terapeuta, sino como ser humano y como hermano que tiene suficiente recorrido en la vida como para haberse convertido en un maestro de la vida.

El libro combina reflexiones personales, experiencias con­cretas y citas de sabios y sabias de todas las tradiciones. Las páginas se abren ante dos escenas muy distintas: su acompa­ñamiento a los enfermos de sida en San Francisco y sus paseos por el bosque. En los dos casos observa que hay vida y muerte, pero nos hace caer en la cuenta de qué diferente es cómo lo vivimos los humanos y los árboles. En los árboles se da una se­rena sucesión de procesos donde no hay resistencias, donde el paso de las estaciones y de los años se produce sin tragedia. Esa presencia arbórea aparece varias veces, entre ellas a través del bello poema de Antonio Machado dedicado a un olmo viejo. En cambio, el ser humano, con sus miedos, apegos y resisten­cias, hace que la transformación constante de la vida en muerte y de la muerte en vida sea mucho más difícil y traumática.

El enfoque del libro está marcado por una comprensión bu­dista de la existencia. El budismo nos permite otra aproxima­ción a nosotros mismos. Percibe el cuerpo como un vehículo y no como algo substancial o constitutivo de la persona; la mis­ma persona tampoco es substancial sino que es un conjunto de identificaciones perecederas. No somos lo que pensamos ser. Estamos en el cuerpo pero no somos el cuerpo; por otro lado, mientras vivimos en el cuerpo, no podemos acercarnos a la rea­lidad última sino a través del vehículo en el que estamos. Esta desidentificación no lleva a la indiferencia y a la escisión, sino a la sabiduría y la compasión. Sabiduría porque permite percibir los procesos mentales y emocionales en los que vivimos sumer­gidos dándonos libertad respecto de ellos, y compasión porque permite comprender a los demás sin juzgarlos.

Con todo, las enseñanzas del libro no se reducen a esta pers­pectiva, sino que aparecen otras referencias, como es el bellocomentario a la oración de san Francisco de Asís: «Señor, haz­me instrumento de tu paz». Otro de los mensajes, apoyado en el testimonio de Victor Frankl en los campos de concentración, es que si bien no somos libres respecto a lo que nos toca vivir, sí lo somos en el modo en cómo queremos vivirlo. Esta elección no depende más que de nosotros. Se trata de dar el paso de la resignación a la aceptación y de la aceptación a la entrega.

Para ello es fundamental la comprensión. Destaco dos fra­ses de una entrevista que le hizo La Vanguardia, en junio del 2018: «Una pérdida no la cura el tiempo sino la comprensión» y «Si vivimos sin comprensión no transformamos el dolor». Para ello es imprescindible la palabra. En nuestra sociedad, la cercanía de la muerte provoca aislamiento, mutismo y elusión. Acompañar permite liberar la palabra que sana a través del compartir y poder expresar el miedo, la rabia y el dolor a la pérdida, propia o ajena.

Es un acierto del autor haber dedicado un capítulo comple­to a un solo relato. Se trata del proceso de una mujer, Lucía, a la que se le puede seguir paso a paso en su transformación in­terior. La clave es «saber quitarse de en medio». Extraordinario relato, verán.

También se aborda el duelo, y el más difícil de todos, que es el duelo por el suicidio de algún ser querido.

Todo ello aparece en Muerte con una gran calidez y modes­tia, sin dar lecciones a nadie, solo proponiendo un camino y unas actitudes, tanto para que podamos acompañar a otros como para prepararnos nosotros mismos para cuando parta­mos.

Hoy es necesario más que nunca acompañantes del segundo nacimiento. Por ello este libro es tan necesario.

Javier Melloni