Mirada renovada

lunes, 29 de octubre de 2012

Integrando la muerte de un hijo


Comienzos y finales, nacimiento y muerte, son los inevitables ritmos y ciclos que hacen de la vida un proceso dinámico y cambiante.

Nacemos sin una fecha de caducidad y aunque de manera generalizada el potencial de nuestro diseño humano contempla un ciclo que va desde el nacimiento al envejecimiento y muerte, hay muchas personas que se quedan por el camino sin alcanzar la fase final de este  ciclo vital.

Vivimos en una sociedad que niega los cambios que no le gustan, siendo esta actitud la causa de encontrarnos sin recursos ante una experiencia tan universal e importante, como es la propia muerte o la de un ser querido.

La pérdida de un ser querido nos va a provocar  dolor durante un lapso de tiempo,  llamamos  duelo a este período de aflicción. Su resolución dependerá de que de manera activa nos hagamos cargo de cada una de las formas en las que el dolor se expresa y podamos aceptar la realidad de la pérdida, diciendo adiós a lo que nunca más podrá ser vivido.

Este escrito es el testimonio de la paradójica situación que supuso para una figura parental,  pasar de la intensa alegría por el nacimiento de su hijo a  la  dolorosa pérdida en el escaso período de dos meses. 

Como suele suceder en muchos casos, este padre se encontró sin recursos para afrontar de manera exitosa la pérdida de su recién nacido. Años más tarde en un proceso psicoterapéutico asomaba esta herida, emergía el viejo dolor retenido en su interior, pero esta vez  con ayuda, la desdicha se transformaba en alegría y gratitud.

Mi agradecimiento a este padre con quien recientemente he compartido la resolución de esta pérdida y cuando al final de la sesión, conmovido y asombrado por su escrito, le sugerí la posibilidad de publicarlo en este blog, contestó afirmativamente: “Por si pudiera servirle a alguien”



PARA IOSU

Hola Iosu, soy Papá. Te escribo esta carta para despedirme de ti como mereces, ya que desde que te fuiste no he sabido muy bien encauzar tu pérdida de un modo adecuado y esto ha llevado a causarme un gran dolor y arrastrar un peso que es antinatural y dañino. Además emborrona y entristece mis recuerdos de lo que significas para mí.

En estos momentos quiero expresarte sentimientos que “Aquel día”  no pude hacer por el dolor que me invadía.

Quiero decirte que el día que viste la luz fue el más feliz de mi vida. Sentía que eras una pequeña parte de mí, con una inocencia y pureza que hacían que irradiara felicidad. La gran ilusión que me invadió tu llegada hizo que me imaginara he hiciese  miles de planes para nosotros y enseguida entraste de tal forma en mi vida que no podía imaginar tu pérdida.

Por cosas del destino o simplemente porque nuestra existencia implica la posibilidad de la separación, en el momento más inapropiado (nunca habría sido apropiado) te pusiste enfermo y nos dejaste.

Para mí, tu pérdida supuso un dolor tan grande y fue tan inexplicable que me causó una gran tristeza y me llevó a sentir que no merecía la pena vivir. Ahora me doy cuenta de que esto no es justo ni bueno para los dos: primero porque tienes una hermana que necesita crecer y verme con la misma ilusión y ganas de vivir que tenía cuando tú llegaste y segundo porque tú no te mereces que te recuerde con tristeza y rabia.

A Partir de ahora cuando me venga a la mente, pensaré que te has convertido en algo bello, libre y muy feliz que cuida de todos nosotros, dándonos fuerza y energía para seguir adelante, creo que no puede ser de otra manera.

Por tanto esto no es una despedida, pues nunca me olvidaré de ti, sino que un cambio en la manera y forma de recordarte, dejando atrás esos recuerdos tristes y dolorosos para transformarlos en positivos y felices por haberte conocido y poder haber disfrutado de ti el tiempo que estuviste entre nosotros. Esta carta simboliza ese destierro del dolor y sufrimiento y la llegada de lo que debió ser desde el principio. El agradecimiento al destino por brindarme la oportunidad de haber disfrutado de tu llegada al mundo y de tu presencia.

Adiós hijo mío y gracias por todo lo que nos has dado.


martes, 2 de octubre de 2012

Cuando la Relación de Ayuda duele


Nos encontramos ante una crisis económica sin precedentes, en la que la palabra “Recortes” es la protagonista. Son muchos los equipos de trabajo que por estos motivos sienten sus derechos laborales mermados o amenazados  (despidos,  crecientes jornadas  de trabajo, reducciones  salariales…), mientras que al otro lado de la relación de ayuda el número de receptores de ésta sigue creciendo, especialmente los/as que pertenecen a colectivos desfavorecidos.

En la medida que disminuyen los recursos de las organizaciones  y  de forma inversa siguen creciendo el número de usuarias/os de sus programas de ayuda, nos encontramos ante un buen campo de cultivo para que un creciente número de personas que proporcionan una relación de ayuda, “se quemen”, pierdan el genuino interés por su desempeño profesional.

Como respuesta a este marco desalentador desde el blog “Mirada Renovada” presento esta reflexión y propuesta.  “Cuando la Relación de Ayuda duele”.




Gran parte de quienes elegimos un camino profesional  (Trabajo Social, Enfermería, Psiquiatría, Psicólogía, Médicina, Enseñanza*,  Educadores/as, Personal de ONGs...) que pretende ayudar a personas con serias dificultades, lo hacemos de manera vocacional y altruista.  Podemos sentir  que a pesar de que nuestra  experiencia profesional pueda caracterizarse por una alta precariedad laboral, nuestra motivación parece estar a prueba de todas esas dificultades.

Es una vivencia experimentada por algunos/as de nosotros/as  que llegamos a la relación de ayuda, con entusiasmo, ilusión, con ganas de que nuestra energía laboral sirva para facilitar que los/as usuarios/as puedan hacer cambios significativos en sus vidas. Al cabo de un tiempo, se puede dar la paradoja de que aquella visión positiva del comienzo se haya marchitado y en su lugar acampe la frustración y decepción,  siendo en última instancia la retribución económica lo que nos mantiene atados al puesto de trabajo.

La expresion coloquial "Quemarse"  o el término más profesional "Síndrome del Burn Out" son las que usamos para expresar esta lamentable transformación y podríamos definirla como la pérdida del gran sentido que uno/a poseía en el trabajo que realiza. El rasgo más destacado de este síndrome es la disminución de la capacidad productiva para responder a las necesidades que el puesto de trabajo precisa, debido a la prolongada exposición al agotamiento físico, mental y emocional que se experimenta.  En casos agudos la pérdida de motivación e ideales va unida a actitudes cínicas y sentimientos negativos hacia los receptores de la Relación de Ayuda. La tragedia de este síndrome es que sus víctimas empezaron con altas expectativas, cargados/as de elevados ideales y hoy en día sienten que algo profundo de su ser ha sido dañado, algo que les ha hecho perder  la genuina inclinación de ayudar con la que iniciaron su recorrido profesional.

El "Queme" es un proceso gradual que sucede a lo largo de un período de tiempo. Voy a enumerar algunas  características importantes  que nos pueden servir como señales de advertencia de que nos estamos adentrando en este síndrome:

1) Signos físicos. Agotamiento, dolores de cabeza y espalda, problemas gastrointestinales, cambios en hábitos de ingesta de comida y sueño, propensión a enfermedades debido a un sistema de defensas inmunodeprimido...
2)  Psicológicos. Irritabilidad, vacío, falta de motivación, depresión, sentimiento de fracaso, baja autovaloración, actitud negativa hacia el trabajo y la vida en general...
3) Comportamiento. Distanciamiento de los colegas del trabajo, tendencia a asumir menos responsabilidades, actitud negativa hacia los/as usuarios/as, disminución en el rendimiento, mayor absentismo, abuso de sustancias para anestesiar el malestar personal...

Aunque una causa importante de este síndrome sea el Estrés, quiero aclarar la diferencia entre éste y el  síndrome de Burn out . El estrés se caracteriza por una sobreimplicación  en asuntos laborales que a veces es acentuada por demandas del marco familiar o terreno social, para el que un adecuado descanso resulta reparador. Mientras que para la persona que padece el queme, aunque un considerable descanso pueda aliviar su malestar, como he manifestado anteriormente, algo en su interior ha sido dañado, que le conduce a una pérdida de la visión positiva que poseía de su desempeño profesional. Una vez de vuelta en su puesto de trabajo tenderá a una pobre implicación, falta de motivación, desesperanza, con tendencia a estados depresivos...

Hasta el momento hemos comentado que la prolongada exposición al estrés es la causa de ese agotamiento integral que la persona quemada experimenta. Pero cuáles son las causas que lo facilitan: La primera serán factores ambientales:

-        Precariedad laboral con bajos salarios, interminables jornadas de trabajo debido a la falta de personal, mucha responsabilidad sin la correspondiente autoridad, falta de reconocimiento a la dura actividad desplegada, falta de un sistema de apoyo para los ayudadores/as, listas interminables de usuarios/as  con gran cúmulo de problemas  y como consecuencia un gran índice de fracaso en ayudarles a que logren cambios que les ayuden a salir de las difíciles situaciones en las que se encuentran…
-        En algunas situaciones la mayor fuente de estrés no proviene del trato con los usuarios/as, sino de la dinámica interna del equipo de trabajo. Así como las personas, con el paso del tiempo, los equipos también enferman y necesitan de un tratamiento adecuado para sanar de la negatividad en la que se pueden encontrar atrapados.

Además de los aspectos interrelacionales que acabo de  comentar, pueden existir también factores personales que unidos a los anteriormente citados van a incidir negativamente en la sana aspiración de ayudar . Voy a enumerar una serie de rasgos de personalidad que son propensos a la generación de este síndrome:

       - Tendencias perfeccionistas, que a nivel interno conducen a una insatisfacción permanente, pues se tiene la sensación de que "nada está suficiente bien hecho".

        -Para quien necesita ejercer un  control absoluto, en vez de tender a una distribución más adecuada de la carga en el equipo de trabajo, se puede encontrar desbordado/a por una cantidad de responsabilidades que siguen creciendo de manera progresiva, debido a la tendencia que le impide el sano ejercicio de delegar.

        -Para quienes en nuestra infancia fuimos condicionados a cuidar a los otros/as, sin tener en cuenta las necesidades propias, nos encontraremos repitiendo de manera inconsciente este patrón en nuestras relaciones con los demás. No será casual que hayamos elegido una profesión en la que somos ayudadores de personas con problemas. Como consecuencia del  gran gasto de energía en el apoyo a personas necesitadas y fruto de nuestra incapacidad para nutrir nuestras necesidades, nos podemos encontrar  al cabo de un tiempo, exhaustos y cargados de resentimiento, sin comprender cómo hemos llegado a esa situación.

       - Podemos también tener problemas para mantener un sentido del "yo" diferenciado de nuestros/as usuarios/as (fusión). Sintiéndonos responsables de sus problemas y encontrándonos inundados de emociones que no son nuestras, después de haber proporcionado la relación de ayuda.

       -Para propiciar una relación de ayuda madura, necesitamos disponer de un sentido sano del "yo". Cuando nuestra autoestima es baja y tenemos dificultades para poner límites o respetar nuestras necesidades, nuestro aparente genuino apoyo estará mezclado con inseguridad, miedo y dependencia. Una posición madura en la relación de ayuda no es dependiente sino interdependiente, nacida tanto de un profundo respeto por nuestras necesidades como por las de los demás.

Entonces, a pesar de las dificultades que podamos encontrar en la relación de ayuda. ¿Qué antídotos necesitamos para que la llama de la ilusión por nuestro trabajo siga encendida?

La propia organización que se dedica a una actividad que es susceptible de generar Burn Out, debería de disponer de los recursos necesarios para cuidar de sus miembros proporcionándoles un espacio que lo facilite. 
 
1.- Ventilar,  transformar los conflictos relacionales actuales y los que se han podido ir enquistando a lo largo del tiempo, para que  no tengan un impacto negativo en el funcionamiento del equipo de trabajo.

2.- Desarrollar el potencial personal para favorecer la manera de propiciar la relación de ayuda.   Encarnando unos límites claros en las relaciones con los miembros del equipo o con los/as usuarios/as.  Desarrollando  un sentido sano del “yo”que se expresa con una conciencia y cuidado de las necesidades del ayudador/a...

3.-Facilitando el aprendizaje de habilidades para afrontar de una manera más positiva los retos del trabajo.

4.- Crear un marco donde ventilar y transformar el impacto del dolor expresado en la relación de ayuda. Para personas con problemas en mostrarse vulnerables, un grupo de iguales puede ser un buen espacio de aprendizaje y en última instancia una forma de prevenir el "queme".  A veces la exposición a ese dolor  puede despertar el cuerpo emocional acumulado del /la ayudador/a,  discapacitándole  de manera considerable para llevar a cabo su tarea,  para lo que será conveniente poder disponer de un espacio de apoyo individual.


Para quien haya desarrollado el síndrome del Burn Out, esta crisis puede llegar a ser una positiva  experiencia de aprendizje que le ayude a hacer cambios profundos. Hemos comentado anteriormente que existen tanto factores ambientales como personales que favorecen el "queme",  que en la mayoría de los casos se deben a una mezcla de los dos. Para la resolución de este doloroso estado, será necesario la toma de conciencia de cuáles son las razones que lo han provocado. Suele ser frecuente que las personas que padecen este síndrome tengan una tendencia a identificar como su causa, solamente los aspectos que les provocan menos conflicto. Es más fácil echar balones fuera culpando al sistema de trabajo, para evitar asumir factores personales que necesitan ser reconocidos y transformados.





*A pesar de que he definido  la Relación de Ayuda como servicio a  personas con problemas, quiero reconocer también al colectivo docente como un grupo susceptible de quemarse, por los altos retos  que requiere hoy en día la práctica de la enseñanza.