Mirada renovada

martes, 3 de mayo de 2016

El Sentido de la Vida(Continuación)



En la primera parte de “El Sentido de la Vida” contaba un cuento que reflejaba la naturaleza de la mente de superficie, ya que aunque el/la protagonista podía disponer de lo que quisiera, no llegaba a sentirse  satisfecho/a de manera permanente.
También comentaba sobre el servicio y cómo esa actitud desinteresada de ayudar a quienes se encuentran en dificultades, nos proporciona una satisfacción más plena que cuando materializamos un logro. Curiosamente cuando nos movemos en el sentido opuesto a la satisfacción egocéntrica, vaciándonos en el dar: tiempo, energía, dinero…, aparece una dicha que,  lejos de expresarse como euforia, nos trasmite una sensación de mayor plenitud.
Con esta segunda parte quiero abordar el sentido de la vida, desde esa tan endémica angustia existencial que es expresión de la incapacidad que tenemos los humanos de encontrar paz interior en este mundo cambiante, donde la adversidad es parte de la existencia y en el que la mayor certeza que tenemos es la tan temida realidad de la muerte del cuerpo físico.
El poeta Antonio  Machado tiene un poema, en el que de manera magistral habla de una angustia existencial que le acompaña durante toda la vida.

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y recordando digo:
-Si, yo era niño, y tú, mi compañera.
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
  eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

Machado en ese deambular sin norte que describe con bellas y oportunas metáforas su vagar a la deriva, nos revela  una profunda intuición en su último verso: siempre buscando a Dios entre la niebla”.   Ya que presiente que lo que necesita para salir del laberinto existencial en el que se encuentra, tiene que ver con una realidad transpersonal, a la que llama Dios.
La aspiración de todo ser humano es la de ser feliz, algo nada fácil en un mundo cambiante en el que la adversidad forma parte del desplegar del devenir y a pesar de nuestro empeño en que todo suceda de acuerdo con nuestro interés, es imposible eludir  la polaridad negativa. Por lo que es un sinsentido el cimentar nuestra felicidad y plenitud sobre circunstancias que continuamente se modifican.
Podemos ver cómo nuestra civilización occidental ha desarrollado enorme energía en la lucha contra la adversidad y  a pesar de los sorprendentes logros de su desarrollo tecnológico, que han dulcificado enormemente la existencia y de una espectacular industria del entretenimiento y del placer, existen indicadores que demuestran que nuestro nivel de satisfacción es deficiente.
Por comentar algunos, la ingente y creciente cantidad de personas con comportamientos adictivos que utilizan sustancias como drogas, fármacos, alcohol… o compulsión en actividades como el trabajo, juego, sexo, deporte… para anestesiarse del dolor de la existencia.
Es de destacar también la advertencia que recientemente ha hecho la Organización Mundial de la Salud a los estados de los países occidentales, del reto que va a suponer en los próximos años el alarmante crecimiento de personas con enfermedades mentales y suicidios.
Necesitamos un cambio de paradigma, que nos ayude a salir de la paradoja en la que nos encontramos atrapados, ya que pretendiendo evitar la desdicha frecuentemente a ella nos dirigimos e intentando perseguir la felicidad parece que le damos la espalda.
Desde una perspectiva personal, después de dar muchas vueltas “como barco sin estrella” guiado por quimeras que perseguían la felicidad y me conducían al desaliento existencial, mi caminar me llevó a procurar el cambio en mi interior.
A diferencia de esa tendencia generalizada a evitar los reveses de la vida, encontré en la meditación una estupenda herramienta que me trasmitió comprensión para lidiar con los contratiempos que nos proporciona el devenir.
 En esta práctica procuramos aceptar la realidad como es en cada momento, mientras podemos observar a la mente rebelarse a lo que considera un error del destino. Durante este proceso de introspección vamos desarrollando un discernimiento que nos ayuda a reconocer las dinámicas generadoras de padecimiento, ya que cuanto mayor es nuestra resistencia a no aceptar lo que no se puede cambiar, añadimos un mayor sufrimiento a nuestras vidas.
Sin pretender hacer una descripción exhaustiva  de los beneficios de la meditación, voy a aportar otra faceta que considero que ha mejorado de manera significativa mi existencia. Es el hecho de empezar a observar a esa mente llena de pensamientos inconscientes, con la cual nos identificamos y tomar conciencia de cómo, en la mayor parte del tiempo se encuentra disociada del momento presente, no vive la realidad, sino que está  proyectada en el pasado o en el futuro.
Cuantas veces de manera innecesaria revivimos experiencias dolorosas del pasado con un realismo totalmente ajeno a la realidad del presente o nos proyectamos en un futuro amenazante que muchas veces no llega a materializarse y que nos ocasionan un baldío sufrimiento. Recuerdo leer un lúcido comentario de  Mark Twain al final de su vida:

“Ahora que soy viejo, puedo ver cómo mi vida ha sido muy dura, con muchas desgracias, la mayor parte de las cuales nunca sucedieron”.

 La  meditación ha sido un espléndido instrumento que me ha ayudado a ir calmando mi mente, a comprender mis dinámicas internas creadoras de sufrimiento, pudiendo aminorarlas de esta manera y me ha ayudado a vislumbrar la existencia de una realidad más profunda.
Es en esos atisbos de esa dimensión trascendente donde experimento una plenitud, no percibida nunca, que me conduce más allá de la niebla de mis proyecciones mentales, empezando a mostrarme la realidad como es.
Es a partir de estos vislumbres de esa Realidad Superior donde ha nacido en mí un apasionante interés por el descubrimiento y actualización de mi Identidad Esencial, siendo éste, el nuevo horizonte del tan anhelado sentido de mi existencia.
Durante la historia de la humanidad han existido personas que han experimentado una profunda transformación interior, seres que han llegado a florecer mostrándonos con sus vidas que el destino del ser humano, es dejar atrás al animal pensante, a la ignorancia que nos ata al sufrimiento, para llegar a vivirnos como seres humanos plenos conscientes, como decía Nisargadata:

Siendo lo que ya somos, Inteligencia y Amor en acción”.

Tengo la dicha de disponer de la ayuda de una Maestra, alguien a quien su gran desarrollo personal le permite ver en “la niebla”. Con mucho amor y paciencia  me acompaña en mi viaje interior, sin ninguna otra pretensión más que la de ayudarme a trascender mi trampa egóica, para que pueda llegar un día a  vivirme en la plenitud de mi potencial.
Mi más profundo agradecimiento hacia quien desde la sencillez y una entrega incondicional ilumina y me ayuda a transformar las  tinieblas de mi camino.
Quiero compartir también lo que ha supuesto para mí disponer de la figura de un Maestro Realizado. Puedo verme años atrás, cuando teniendo cierta comprensión de lo que necesitaba para caminar en el terreno espiritual y a pesar de llevar un considerable compromiso con una práctica, mi transformación interior era escasa. En retrospectiva puedo ver con claridad la gran diferencia que supone disponer de  la guía de quien ha realizado el camino que uno/a pretende recorrer.
Para finalizar quiero decir que el genuino sentido  de mi vida, muy a pesar de mi empeño, no lo he podido encontrar en el exterior. Antes el propósito de mi existencia eran los cantos de sirena de logros futuros y hoy en día es la simplicidad del presente. No tiene que ver con lo que hago, sino con lo que soy en esencia, algo que ha estado encubierto por el ruido de una mente egóica abarrotada de una descomunal corriente de pensamientos inconscientes.
Es en la práctica de la meditación donde se ha ido revelando un sosiego mental que me ha permitido ir descubriendo mi Identidad Esencial, es a través de la conciencia en el momento presente desde donde tengo acceso a la chispa de la vida de mi Realidad Profunda, desde donde intento impregnar de Consciencia mi actividad externa y mis relaciones con los demás.