En la
primera parte de “El Sentido de la Vida” contaba un cuento que reflejaba la
naturaleza de la mente de superficie, ya que aunque el/la protagonista podía
disponer de lo que quisiera, no llegaba a sentirse satisfecho/a de manera permanente.
También
comentaba sobre el servicio y cómo esa actitud desinteresada de ayudar a
quienes se encuentran en dificultades, nos proporciona una satisfacción más
plena que cuando materializamos un logro. Curiosamente cuando nos movemos en el
sentido opuesto a la satisfacción egocéntrica, vaciándonos en el dar: tiempo,
energía, dinero…, aparece una dicha que, lejos de expresarse como euforia, nos trasmite
una sensación de mayor plenitud.
Con
esta segunda parte quiero abordar el sentido de la vida, desde esa tan endémica
angustia existencial que es expresión de la incapacidad que tenemos los humanos
de encontrar paz interior en este mundo cambiante, donde la adversidad es parte
de la existencia y en el que la mayor certeza que tenemos es la tan temida
realidad de la muerte del cuerpo físico.
El
poeta Antonio Machado tiene un poema, en el que de manera magistral habla
de una angustia existencial que le acompaña durante toda la vida.
Es una tarde
cenicienta y mustia,
destartalada,
como el alma mía;
y es esta
vieja angustia
que habita
mi usual hipocondría.
La causa de
esta angustia no consigo
ni vagamente
comprender siquiera;
pero
recuerdo y recordando digo:
-Si, yo era
niño, y tú, mi compañera.
Y no es
verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de
corazón sombrío,
de barco sin
naufragio y sin estrella.
Como perro
olvidado que no tiene
huella ni
olfato y yerra
por los
caminos, sin camino, como
el niño que
en la noche de una fiesta
se pierde
entre el gentío
y el aire
polvoriento y las candelas
chispeantes,
atónito, y asombra
su corazón
de música y de pena,
así voy yo,
borracho melancólico,
guitarrista
lunático, poeta,
y pobre
hombre en sueños,
siempre
buscando a Dios entre la niebla.
Machado en
ese deambular sin norte que describe con bellas y oportunas metáforas su vagar
a la deriva, nos revela una profunda
intuición en su último verso: “siempre buscando a Dios entre la niebla”. Ya que
presiente que lo que necesita para salir del laberinto existencial en el que se
encuentra, tiene que ver con una realidad transpersonal, a la que llama Dios.
La
aspiración de todo ser humano es la de ser feliz, algo nada fácil en un mundo
cambiante en el que la adversidad forma parte del desplegar del devenir y a
pesar de nuestro empeño en que todo suceda de acuerdo con nuestro interés, es
imposible eludir la polaridad negativa.
Por lo que es un sinsentido el cimentar nuestra felicidad y plenitud sobre circunstancias
que continuamente se modifican.
Podemos ver
cómo nuestra civilización occidental ha desarrollado enorme energía en la lucha
contra la adversidad y a pesar de los
sorprendentes logros de su desarrollo tecnológico, que han dulcificado enormemente
la existencia y de una espectacular industria del entretenimiento y del placer,
existen indicadores que demuestran que nuestro nivel de satisfacción es
deficiente.
Por comentar
algunos, la ingente y creciente cantidad de personas con comportamientos adictivos
que utilizan sustancias como drogas, fármacos, alcohol… o compulsión en
actividades como el trabajo, juego, sexo, deporte… para anestesiarse del dolor
de la existencia.
Es de
destacar también la advertencia que recientemente ha hecho la Organización
Mundial de la Salud a los estados de los países occidentales, del reto que va a
suponer en los próximos años el alarmante crecimiento de personas con
enfermedades mentales y suicidios.
Necesitamos
un cambio de paradigma, que nos ayude a salir de la paradoja en la que nos
encontramos atrapados, ya que pretendiendo evitar la desdicha frecuentemente a
ella nos dirigimos e intentando perseguir la felicidad parece que le damos la
espalda.
Desde una
perspectiva personal, después de dar muchas vueltas “como barco sin estrella” guiado por quimeras que perseguían la
felicidad y me conducían al desaliento existencial, mi caminar me llevó a
procurar el cambio en mi interior.
A diferencia
de esa tendencia generalizada a evitar los reveses de la vida, encontré en la
meditación una estupenda herramienta que me trasmitió comprensión para lidiar
con los contratiempos que nos proporciona el devenir.
En esta práctica procuramos aceptar la realidad como es en cada
momento, mientras podemos observar a la mente rebelarse a lo que considera un
error del destino. Durante este proceso de introspección vamos desarrollando un
discernimiento que nos ayuda a reconocer las dinámicas generadoras de
padecimiento, ya que cuanto mayor es nuestra resistencia a no aceptar lo que no
se puede cambiar, añadimos un mayor sufrimiento a nuestras vidas.
Sin
pretender hacer una descripción exhaustiva
de los beneficios de la meditación, voy a aportar otra faceta que
considero que ha mejorado de manera significativa mi existencia. Es el hecho de
empezar a observar a esa mente llena de pensamientos inconscientes, con la cual
nos identificamos y tomar conciencia de cómo, en la mayor parte del tiempo se
encuentra disociada del momento presente, no vive la realidad, sino que
está proyectada en el pasado o en el
futuro.
Cuantas
veces de manera innecesaria revivimos experiencias dolorosas del pasado con un
realismo totalmente ajeno a la realidad del presente o nos proyectamos en un
futuro amenazante que muchas veces no llega a materializarse y que nos ocasionan
un baldío sufrimiento. Recuerdo leer un lúcido comentario de Mark Twain al final de su vida:
“Ahora que soy viejo, puedo ver cómo mi vida ha sido
muy dura, con muchas desgracias, la mayor parte de las cuales nunca sucedieron”.
La meditación ha sido un espléndido instrumento
que me ha ayudado a ir calmando mi mente, a comprender mis dinámicas internas
creadoras de sufrimiento, pudiendo aminorarlas de esta manera y me ha ayudado a
vislumbrar la existencia de una realidad
más profunda.
Es en esos
atisbos de esa dimensión trascendente donde experimento una plenitud, no
percibida nunca, que me conduce más allá de la niebla de mis proyecciones
mentales, empezando a mostrarme la realidad como es.
Es a partir
de estos vislumbres de esa Realidad Superior donde ha nacido en mí un apasionante
interés por el descubrimiento y actualización de mi Identidad Esencial, siendo
éste, el nuevo horizonte del tan anhelado sentido
de mi existencia.
Durante la
historia de la humanidad han existido personas que han experimentado una
profunda transformación interior, seres que han llegado a florecer mostrándonos
con sus vidas que el destino del ser humano, es dejar atrás al animal pensante,
a la ignorancia que nos ata al sufrimiento, para llegar a vivirnos como seres
humanos plenos conscientes, como decía Nisargadata:
“Siendo lo que ya somos, Inteligencia y Amor
en acción”.
Tengo la
dicha de disponer de la ayuda de una Maestra, alguien a quien su gran
desarrollo personal le permite ver en “la niebla”. Con mucho amor y
paciencia me acompaña en mi viaje
interior, sin ninguna otra pretensión más que la de ayudarme a trascender mi trampa
egóica, para que pueda llegar un día a vivirme en la plenitud de mi potencial.
Mi más profundo
agradecimiento hacia quien desde la sencillez y una entrega incondicional
ilumina y me ayuda a transformar las
tinieblas de mi camino.
Quiero
compartir también lo que ha supuesto para mí disponer de la figura de un
Maestro Realizado. Puedo verme años atrás, cuando teniendo cierta comprensión
de lo que necesitaba para caminar en el terreno espiritual y a pesar de llevar un
considerable compromiso con una práctica, mi transformación interior era escasa.
En retrospectiva puedo ver con claridad la gran diferencia que supone disponer
de la guía de quien ha realizado el
camino que uno/a pretende recorrer.
Para
finalizar quiero decir que el genuino sentido
de mi vida, muy a pesar de mi empeño, no lo he podido encontrar en el
exterior. Antes el propósito de mi existencia eran los cantos de sirena de
logros futuros y hoy en día es la simplicidad del presente. No tiene que ver
con lo que hago, sino con lo que soy en esencia, algo que ha estado encubierto
por el ruido de una mente egóica abarrotada de una descomunal corriente de
pensamientos inconscientes.
Es en la
práctica de la meditación donde se ha ido revelando un sosiego mental que me ha
permitido ir descubriendo mi Identidad
Esencial, es a través de la conciencia en el momento presente desde donde
tengo acceso a la chispa de la vida de mi Realidad Profunda, desde donde
intento impregnar de Consciencia mi actividad externa y mis relaciones con los
demás.