Mirada renovada

domingo, 4 de mayo de 2014

Substrayendo



Toda una vida orientados en conseguir cosas, éste es un aspecto importante del  paradigma cultural que vivimos en nuestra civilización, perseguimos el logro pues creemos que  es fuente de dicha, pero ésta última es efímera, ya que una vez que obtienes el objeto del deseo dura poco. Me viene a la mente la canción de aquellos iconos de mi generación los Rolling Stones. “Satisfaction”, en la que decían “Satisfacción, no puedo conseguirla…” Aquellos músicos de éxito que lo tenían todo lo que un joven podría desear: fama, dinero, drogas, sexo,…,  el mundo estaba a sus pies y a pesar de tenerlo aparentemente todo, la dicha se les escurría no podían sujetarla.
 
Esta es la trampa en la que nos encontramos sumidos prácticamente todos los mortales, pero a diferencia de este grupo mencionado, en general tenemos muchos sueños que nos quedan por hacerlos realidad y por lo tanto interpretamos que la insatisfacción la vivimos como consecuencia de la no realización de esos objetivos.
 
Suele suceder que con el paso del tiempo algunos vamos realizando esas quimeras que las vivíamos como el medio para alcanzar esa felicidad que tanto anhelamos, pero  nos damos cuenta que la euforia que acompaña a la consecución de ese objetivo tiene una vida corta, esto supone  para algunos una toma de conciencia de que nuestra trayectoria es equivocada, que tenemos que redirigirla y es aquí donde en la búsqueda algunos nos sentimos atraídos por planteamientos espirituales.
 
Nuestro acercamiento a la práctica espiritual suele estar también contaminado por este proceso adictivo de la mente, nos encontramos con nuevos objetivos y enseguida nos disponemos a poner los medios,  que tienen que ver con el esfuerzo y aunque la propia práctica contiene la enseñanza de que es el ego el que tiene que disolverse para poder vivenciar a nuestra Realidad Profunda, nuestras viejas inercias egóicas perviven disfrazándose de espirituales.
 
Es por eso que es muy conveniente disponer de la figura de un Guía Espiritual, de alguien que ha llegado a liberarse  de su mente egóica y que desde la atalaya que le proporciona el vivirse instalado en su Dimensión Profunda, nos hace de espejo para ayudarnos a esclarecer los sutiles juegos que el ego ejecuta para perpetuarse.
 
Además “la buena nueva” que nos trasmiten estos seres realizados es que dentro de cada uno de nosotros existe el mismo nivel de realización, pero que está tapado por las dinámicas egóicas. Entonces nos encontramos con que más que un proceso de conseguir logros, se trata de una sucesión de vaciado en la que tenemos que ir soltando nuestros apegos a las ideas, cosas, personas… 
 
Y no sólo  porque lo digan algunos seres, sino porque en la práctica personal, a través de mi despertar gradual, voy experimentando con ese soltar, una transformación  que me conduce a vivirme con una mayor calma mental, desde donde emerge un mayor discernimiento y una mayor calidez en mis relaciones con los demás, en resumen una mayor dicha, que  nada tiene que ver con la suma de logros y que es el fruto directo de un proceso de sustracción de algunos movimientos egóicos.
 
Esta es la causa de la tragedia humana, el tesoro que buscamos que le podemos llamar felicidad, ya lo tenemos dentro de cada uno de nosotros, el problema es que nos encontramos perdidos dando palos de ciego, culpando al exterior de nuestro sufrimiento. Aunque este sufrimiento es muchas veces el motor del cambio y es el revulsivo que nos  hace dejar el autoexilio  en el que de manera inconsciente nos encontramos, para retornar a nuestro cálido hogar interior y tomar conciencia de que la insatisfacción permanente que vivimos es una característica de la mente de superficie y que en nuestro Ser Profundo no existe la carencia, todo es pleno.