Mirada renovada

jueves, 25 de abril de 2013

Presencia Amorosa


Para Ron Kurtz el fundador del enfoque Psicoterapéutico Hakomi fue siempre de vital importancia crear dentro de la relación terapéutica, las condiciones más favorables para poder facilitar el desarrollo del potencial de la persona que emprendía el proceso. En los últimos diez años de su vida creó lo que vino a llamar la clave de la totalidad del método “La Presencia Amorosa”.

Hace años recuerdo que leí una encuesta llevada a cabo en el terreno de la educación, en la que se demostraba el impacto que tenía la visión positiva de los alumnos por parte de sus profesores. (Efecto Pigmalion)*

El experimento consistía en que un grupo de psicólogos se ofrecían a un centro educativo para realizar unos estudios relacionados con el coeficiente de inteligencia de sus alumnos.

Una vez realizado el test para medir el coeficiente de inteligencia, se escogían al azar un grupo reducido de alumnos y se  comunicaba a los profesores que los pertenecientes al grupo escogido eran superdotados en potencia y que en un plazo corto de tiempo iban a experimentar una profunda transformación. Se les hizo saber a los profesores, que estos alumnos no tuvieran acceso a esta información, pues podría tener un resultado negativo.

Al año volvieron a hacer las pruebas de inteligencia a todo el alumnado para constatar que el coeficiente de los que habían sido escogidos al azar había aumentado de manera significativa  por encima de la media.

Esta experiencia y otras similares con semejantes resultados, les condujo a la conclusión de que las expectativas de los profesores, tenían un impacto directo en el desarrollo de la inteligencia de sus alumnos. Esas cualidades que desarrollaron los alumnos ya estaban dentro de ellos, fueron sus profesores con esa actitud positiva quienes facilitaron su desarrollo.  Esperaban eso de sus alumnos y estos respondían de acuerdo a esas expectativas.

Aunque este estudio se realizó en el marco de la educación es extensible a otras formas de relación de ayuda, en la que la actitud de la persona que proporciona el apoyo va a resultar de vital importancia.    
                                                                                                                    
Desde la perspectiva que en una relación terapéutica, existe dentro de cada persona que hace el proceso, un impulso inteligente que tiende a la sanación y al desarrollo pleno del potencial, nuestra tarea como terapeutas será la de crear el clima emocional que maximice las condiciones que faciliten el emerger de ese impulso. Para lo que una actitud de Presencia Amorosa va a resultar clave.

Para un buen desarrollo de la Presencia Amorosa necesitamos tomar conciencia de nuestras tendencias automáticas y hábitos mentales de atención y percepción, que funcionan  de manera inconsciente.  Necesitamos de una actitud de observación  hacia nosotros mismos. ¿Cómo está nuestra mente cuando estamos en relación de ayuda? Es nuestra mente un espacio en calma, relajado y vacío dispuesto a recibir y acompañar a quien queremos apoyar o tiene una considerable carga de ruido mental. Es frecuente el uso de hábitos mentales que tienden a buscar en el otro aspectos negativos, los cuales nos llevan a crear juicios, prejuicios, etiquetas, comparaciones… que nos proporcionan un sutil sentimiento de superioridad mientras los estamos realizando.

Tenemos que despejar esas actitudes y proyecciones que oscurecen la claridad de una mente consciente, ya que en este estado mental nuestra actitud es más receptiva y crea el espacio para el desarrollo de la intuición. Desde esta posición intentamos encontrar algo que apreciamos de la persona que tenemos enfrente, algo que nos hace sentir bien, que nos inspira, que nos conmueve,  cualidades como: la sensibilidad, determinación, bondad, valentía, creatividad, sentido del humor, vulnerabilidad, inteligencia… Para de esta manera transformar esa inspiración en  atención amorosa.

Encontrar algo que nos sirve de inspiración en quien hace el proceso, nos conduce a contemplar su sufrimiento, su vulnerabilidad, sus actitudes infantiles… con una actitud más compasiva, disfrutando de su presencia y favoreciendo de esta manera la creación de un espacio emocional positivo, necesario para que se desplieguen  sus capacidades innatas.

La Presencia Amorosa no es algo que tenemos que “hacer”, que tiene que ver con la energía masculina, sino que es el resultado de una actitud más femenina de “estar”, de crear un espacio de acogida, que a pesar de su aparente inactividad,  da la bienvenida con una mente en calma y un corazón abierto a la experiencia que necesita suceder, contemplando a la persona que realiza el proceso como una fuente de inspiración.   

Al percibir la persona que recibe el apoyo esa Presencia Amorosa,  sin que tenga conciencia de ello, se siente más aceptada, apreciada, segura para abrirse al proceso que necesita para sanar. Esta apertura tiene un impacto en el terapeuta, poniéndose en marcha un ciclo de retroalimentación que profundiza la conexión entre ambos y crea las condiciones más favorables para facilitar la transformación.

El desarrollo de esta actitud de ser más compasivos con el sufrimiento humano en el desempeño de nuestra práctica profesional,  nos puede ayudar a ser más conscientes y amorosos en nuestra relaciones con nosotros mismos, las personas de nuestro entorno y la vida en general.

El poder de la Presencia Amorosa reside en ser capaces de atisbar la grandeza del ser que tenemos en frente, oscurecida por las tinieblas de su sufrimiento y a través de contemplar con un corazón abierto, esas cualidades que nos trasmiten aprecio, inspiración, disfrute… les sirvamos de espejo, para que de manera gradual puedan facilitar el  desplegar de su inmenso potencial.